viernes, 15 de febrero de 2008

Irrepetibles, irrepetibles, irrepetibles...

Hoy soñaba. Soñaba con la juventud y con una playa. Soñaba incongruencias oníricas... Soñaba que reía y reía y reía, y que mi alma se llenaba con esa risa. Carcajadas de sal. El aire fresco bañaba mi cara, y mis pies se mojaban con el agua cristalina. "¡Bañémonos!" gritábamos y corríamos hacia el agua cual infantiles seres que flotan.

Y desperté.

Y quería volver ahí. No quería despertar. No quería irme de ese lugar. Quería seguir soñando.

Soñando, soñando, soñando.

Pero desperté a la vida. Esa vida que nos llena, no sólo de buenos momentos, sino de responsabilidades, de dolor, a veces de tristeza profunda, de frustraciones. Y comprendí que hay momentos en el camino que son irrepetibles, hay situaciones en nuestra vida en las que nunca volveremos a estar. Es así.

Todos sufrimos. Todos lloramos y todos reímos.

A veces entiendo que si yo no esperara una vida mejor tras el umbral, no podría ser plenamente feliz. Si no supiera que hay un Dios que vigila mis pasos, me desesperaría en mi soledad, en mi egoísmo...

No todo está aquí. Hay algo más. Ese algo despierta mi esperanza y enciende mi felicidad. Dios, tú estás aquí.

No hay comentarios: